El dinero es un objeto que no tiene ningún valor intrínseco; sin embargo, en la actualidad ese trozo de papel, moneda de metal o criptomoneda es imprescindible para la vida contemporánea
¿Cómo sucedió esto? La respuesta está en la centenaria historia del dinero. En los tiempos remotos no existía el dinero. Las personas utilizaban productos para realizar trueques; pero, en la medida en que crecía la economía, cada vez era más complicado mantener el sistema de trueques, porque las dos partes no se ponían de acuerdo.
En este escenario, apareció el dinero para facilitar esos intercambios. Sus ventajas comenzaron a verse de inmediato, ya que establecía el precio de servicios y bienes en una única unidad y como depósito de valor.
En los primeros momentos prácticamente cualquier cosa sirvió como dinero, desde granos de arroz, caracoles de mar, dientes de ballena y hasta los esclavos. No obstante, poco a poco fue imponiéndose la moneda metálica, como un objeto más pequeño, fácil de elaborar, transportar y más duradero.
Durante muchísimo tiempo coexistieron diferentes tipos de monedas. Un informe del parlamento de Países Bajos, de 1606, señaló que existían en el territorio más de 500 tipos de monedas de oro y más de 340 de plata. Tanta diversidad resultaba un problema para el comercio.
El ingenio humano llegó para solucionar ese problema, con dos innovaciones trascendentales. La primera de ellas fue la creación de la prensa cilíndrica, con la que se pudo estandarizar la emisión de monedas, que comenzaron a ser más similares entre sí. La otra innovación fue la creación de los bancos.
En 1609 surgió el Banco de Ámsterdam. Allí, los compradores y vendedores podían abrir cuentas, en las que colocaban dinero metálico. Luego, cada transacción entre ellos no se resolvía mediante el intercambio de dinero directo, sino que era el banco el que recogía esas transacciones y llevaba el control. Así, el banco fue posicionándose como un agente que daba seguridad a las partes involucradas en el negocio.
La historia del dinero: del trueque a la criptomoneda
La experiencia de Ámsterdam pronto fue replicada por otras ciudades y gobiernos que apoyaron la creación de los primeros bancos centrales. Estos lograron controlar la emisión de dinero y, de esta forma, poco a poco fue desapareciendo la amplia diversidad de monedas que circulaban. El primer banco central fue el Riksbank, de Suecia, en 1668. Luego surgió el Banco de Inglaterra, en 1694. Ambos ofrecían créditos al Gobierno y establecieron un sistema de pagos a los comerciantes.
En 1716, John Law fundó el Banco General Privado de París. Desde allí se emitieron billetes, con respaldo de depósitos en oro. No fue la primera emisión de un billete en la historia; pero sí una de las más importantes.
Todos los países fueron creando sus bancos centrales. Estos reducían las dudas sobre la calidad de los billetes y monedas que circulaban y funcionaban como un método de estabilidad de precios. Como controlaban la emisión del dinero, los bancos centrales pasaron a ser bancos de los bancos, porque les otorgaban liquidez.
Después del final del sistema de Bretton Woods, en 1971, que acabó con la idea de que los billetes de dólares estuvieran respaldados por el oro, el mundo entró en un sistema totalmente centrado en el dinero fiduciario. El billete se respaldaba a sí mismo.
Pero el rol de los bancos centrales y la vitalidad del sistema financiero contemporáneo han sido puestos en duda por muchos. Los avances tecnológicos han permitido la creación de alternativas que, cada vez, atraen más. Para no pocos, el auge de las criptomonedas es uno de los pasos más avanzados en la histórica evolución del dinero.
La historia del dinero no termina aquí. Los libros de contabilidad del Banco de Ámsterdam, en el siglo XVII, hoy son la cadena de bloques, en el que cada espacio es auditable y no hay forma de falsificación. La moneda fiduciaria y el oro darán paso al Bitcoin, Ethereum y otras criptomonedas. Es una revolución, pero no fulminante. Tomará su tiempo para imponerse.
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